domingo, 11 de noviembre de 2012

para los que perdieron la motivación de encadenar

voy a relatar algo interesante. es un relato que es como si fuera la primera vez que siento la escalada como algo mío. esa primera vez en la que vas a muerte. la primera vez que sentí la escalada como un deber conmigo mismo. como una forma de unión real con la naturaleza. y para que lo sientas igual te hablo a tí. para que te metas de lleno en la experiencia.


ahí está la pared solitaria, tranquila, bella, sencilla, paciente, apacible. esa pared esconde aquello que no te ha dejado tranquilo en las últimas semanas. cómo algo tan terreno como escalar una pared lo podemos elevar a un punto tan profundo. ahí radica la pasión. tu pasíón. tu forma de entender la escalada. para tí es algo más. es una forma de demostrarte que eres poderoso. poder que quieres compartir con la montaña. el encadene de esa vía. es una parte de tí que aún no te pertenece a tí. esa vía que te atrae y es tu gran batalla. es la primera vez que afrontas una vía con tanto espíritu. tu pasión se muestra en cada detalle. es tu primera lucha seria, al límite. arnés, cuerda, magnesio y pies de gato están impacientes por entrar en acción. te los pones sin darte cuenta, casi como si ellos se hubieran lanzado a tí. aunque cuidas cada detalle. nudo bien hecho y peinado, como si fuera a pasar un examen. arnés bien ajustado a tu cintura. magnesio cubriendo completamente tus manos, para evitar cualquier fallo que se pueda derivar de cualquier pizca de sudor. pies de gato pretos y ajustados. todo en su punto. perfección de libro. tu corazón late deprisa, silencioso, pero percute con fuerza. tus manos, casi temblorosas, tocan la roca. sienten el frío que la habita. también sienten el calor de estar de nuevo con un amigo. con un viejo conocido. ese viejo conocido que respeta tus callos, cortes y heridas, muestra de tu entrega. ese viejo conocido que aprecia tu piel ruda, curtida, basta y endurecida por acariciarle constantemente. es como un animal, que acaricias pero que a veces te muerde, haciendote caer. en el próximo pegue a lo mejor tienes más suerte. la roca, el animal, decidirá.
miras la vía en su conjunto, con aquellos ojos de confianza pero a la vez de control sobre ella. ¿quién controlará a quién? la frágil luz otoñal se refleja en tus pupilas, queriendo entrar en ellas. dando un toque mágico a tu viva mirada. quizás, intentando mostrar que para tí, esta batalla va más allá de lo superficial. es algo que llevas dentro.
empiezas a ascender, asegurando cada paso. tienes una sensación de plenitud, de ligereza, de adrenalina indescriptibles. estás concentrado al máximo, pero eso no impide ir disfrutando de cada paso, de cada movimiento, de la independencia de escalar libre. tu logro solo depende de tí. notas cómo el sueño del logro llega poco a poco. tanto entrenamiento para por fín medir sus fuerzas.
sientes el vacío debajo. sientes la libertad que te rodea y que por fin puedes expresar y dejar volar. ahí en la pared todo es diferente. te sientes solo, aislado, pero pleno, lleno de satisfacción. te sientes nada en comparación con la grandeza que te rodea, pero a la vez te sientes el rey de tí mismo. eres como una gota en el mar, pero es un mar que no cabe en tu persona. estás dominando la roca. ella quiere escapar de tí, haciendote caer, pero tú la sujetas bien en cada agarre, para que no huya. el viento ligero y suave te da en la cara, y te hace respirar profundo, dándote cuenta de que estás saboreando la creación de Dios. el aire, el espacio, la roca... se fusionan con el esfuerzo, el cansancio, la meta, el disfrute. la caliza y tú. una dura batalla que ganará el más fuerte. ella siempre estará, pero tu constancia te hará superior a ella. el paisaje que te rodea te contempla y espera que ganes tu lucha. ¿qué mejor manera de estar en contacto con Dios que a través de la naturaleza mediante la escalada?
todo son sonidos lejanos y colores difusos. lo único que ves claro y nítido es la roca que tienes delante y que no te da tregua. suspiras. escuchas tu respiración impaciente. date un aire breve que te permita coger fuerzas para afrontar el resto de la vía. para afrontar el resto de la vida. la naturaleza contempla tu proeza. las montañas, los árboles, el río, los pájaros, la piedra... todo está pendiente de tí. como si su existencia dependiera de tus esfuerzos. quieres fusionarte con el entorno y crear la leyenda del escalador hecho de roca. formas parte de esa composición compleja pero extrañamente maravillosa y sencilla que es la realidad. esa realidad plasmada en la naturaleza, en las ganas de vivir y aprovechar al máximo el tiempo, las sensaciones, los sentimientos.
una hoja de otoño pasa volando al lado tuyo, es amarilla. como ese sol frío que tienes a la espalda, en el horizonte. él contará a la luna cuando cambien el turno, que te vió subir por una pared. y la luna, ilusa ella, aguardará cada noche para verte trepar, tal vez esperando que la miras y así las estrellas reflejen en tus ojos. esa hoja que cae te recuerda que tú también puedes caer. que sin duda, como el viento la maneja a ella, la sabia roca te puede controlar a tí. aprietas los dientes y tomas magnesio con las manos. esos polvos blancos que salen son llevados con el viento. siguen a la hoja. esos polvos blancos que te dan seguridad, ahora vuelan libre fuera de la magnesera, y algún podrán contar que estuvieron a punto de formar parte de tu batalla, pero que el aire te los arrebató de las manos. tus manos, tocan la roca, y sientes un escalofrío amortiguado por el magnesio.
reanudas la batalla con ganas. nada te puede parar. sabes que quizás los lobos que viven en el bosque de ahí abajo, te confunden con uno de ellos. es tal el instinto, la fiereza con la que retomas la escalada, que la propia roca te teme. como un animal subes. sin pensar. pero disfrutando al máximo de estar haciendo lo que más te gusta. ves que se acerca la meta. la cadena. todo ha sucedido tan rápido que ni siquiera a tu propia sombra le ha dado casi tiempo de seguirte. aunque el tiempo pareció pararse mientras escalabas. te gustaría que la vía fuera más larga, aunque en el fondo no, porque ya tienes ganas de proclamarte por fin vencedor. vencedor del mundo. de tu mundo.
sin darte cuenta ya estás ahí, al final. toda la presión baja, pero sube la satisfacción. miras hacia abajo y te parece verte a tí cayendo en pasos que ahora has superado con creces, pero donde antes caías a menudo. suspiras satisfecho. misión cumplida. ¿y ahora qué? sería bonito convertir esa batalla en algo habitual, hasta hacerla necesaria. para mí ya es necesaria. y antes de cerrar los ojos para sentir el aire de otoño, que es frío pero conserva aún un falso calor, vuelves a ver sea hoja amarilla. te sientes superior debido a tu hazaña personal, que para tí es importante. pero la sencillez de la hoja, en silencio, bella y dominante, te atrae más. ella sube alto y alto. esa merecida victoria del encadene es acompañada por esa hoja. la miras, sonríes. te recuerda al premio que alguien, quizás el juez inexistente de la roca, te debería dar por tu empeño en superar la vía. en superarte. un rayo de sol la traspasa por un momento. contemplas cómo ese amarillo ahora es luz. luz pura y natural. cierras los ojos y descansas, imaginando que quizás algún día puedas llegar más alto aún si te dejas llevar por la naturaleza, como esa amarilla hoja de otoño.



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